jueves, 23 de octubre de 2014

AL RESCATE DE OTRA JOYA OLVIDADA

Capilla de Nuestra Señora de la Estrada
Al Rescate de Otra Joya Olvidada


Por: Vicente Fernán Arango Estrada
Presidente Centro de Historia de Manizales
Miembro de Número Academia Caldense de Historia


Definitivamente Manizales, en su amoblamiento urbano, cuenta con algunas edificaciones que se resisten a morir en medio del abandono, la desidia y el desinterés de las autoridades civiles, eclesiásticas y militares, para ellas, pareciera que la historia y la tradición no valieran.
En el Proyecto de Renovación Urbana de la parte norte de nuestra ciudad, concretamente en el tradicional y añejo Barrio de La Avanzada, más abajo del, también viejo, Barrio de San José, en lo que solía ser la antigua carretera hacia el Puente de Olivares, se encuentra una construcción, semiabandonada y por lo tanto ya olvidada, que en su momento fue  centro de actividades educativas y religiosas, identificado en el Proyecto como predio 12 de la manzana 264, la que está enmarcada por la calle 29 con carrera 10 de la nomenclatura actual.
Era una modesta capilla adscrita a la Parroquia de San José, construida y regentada por  la comunidad de la Compañía de Jesús, es decir, cuando los padres Jesuítas tuvieron su Casa y Comunidad entre nosotros; hablamos de los años cincuenta del pasado siglo XX.
Levantada con el esfuerzo y el aporte de numerosas personas pudientes y no pudientes en lo económico, pero si capaces de abrir y sostener centros de alimentación espiritual. Por razones que no son del caso enumerar, aquellas calendas pasaron al olvido, obligando al desmantelamiento y abandono del centro de educación y más tarde de oración.
Pero ahora, el diligente y entusiasta Rubén Darío Orozco Gómez, más conocido como “El Alcalde”, se ha empeñado en dar la batalla por la conservación de dicho lugar, pues la proyectada Avenida Colón pasa frente a la otrora Capilla de Nuestra Señora de la Estrada, situación que pudiera ponerla, nuevamente, en un sitio de preferencia, tanto en lo civil como lo religioso.
La historia oral y tradicional dice que en dicho sitio hubo una especie de Club del que era  propietario el conocido Aparicio Díaz Cabal y que en su momento sirvió como alojamiento para los jugadores foráneos del equipo de fútbol Atlético Cabal, aseveración que se debe tomar con “beneficio de inventario”, pues ya sabemos de las enormes incongruencias de que está llena la historia oral, sin embargo, exponemos estos datos para que los lectores puedan formarse una idea de los usos que ha tenido la propiedad. 
La historia documentada de la emblemática construcción inicia el 17 de octubre de 1949, cuando, por medio de la Escritura Nº 1785 de la Notaría 1ª de Manizales, la Compañía de Jesús, compra a Julia Rosa Hincapié de Cifuentes, un pequeño lote de terreno, por la suma de $ 4.000.00; siguiendo a dicha transacción, una segunda, en la misma Notaría, el 25 de abril de 1950, por medio de la Escritura Nº 781, por otro pequeño lote contiguo al primero; posteriormente, por medio de la Escritura Nº 1027 de la Notaría 1ª, fechada el 26 de mayo de 1950, la Compañía de Jesús, compra a la misma vendedora anteriormente citada y a los esposos Pedro Vargas y Ana Dolores Castro de Vargas, otro pequeño lote y una posesión de otro más, ambos contiguos a los dos primeros; el 12 septiembre, del mismo año 50, por medio de la Escritura Nº 1744, la Compañía de Jesús, compra a Carlos José Jiménez, un derecho de dominio sobre un lote contiguo a los anteriores; finalizando el proceso de compra el 23 de enero de 1951, por medio de la Escritura Nº 136, cuando los Jesuítas compran un último derecho de dominio sobre un lote, contiguo a los anteriores, a Rafael Morales Rincón.
Tiempo después, el 20 de febrero de 1957, la Compañía de Jesús, transfiere a “título de donación”, aquellos lotes, ya englobados en uno solo, “con todas sus dependencias y anexidades”, a la Parroquia de San José, representada por su Párroco, el Pbro. Héctor Giraldo Giraldo.
En la referida Escritura, se habla de unas condiciones para hacer efectiva la donación, concretamente cuando se expresa: “ A. -Que la Parroquia no podrá disponer del local de escuela que está edificado en el terreno objeto de esta donación antes del diez y ocho de abril de mil novecientos sesenta y seis porque hasta esa fecha la Compañía de Jesús lo arrendó a Hijos de José Restrepo y Compañía para escuela, y hasta esa fecha tiene pagados los arrendamientos…”. 
De lo que podemos deducir que la Capilla,  antes de su dedicación religiosa, fue una escuela de primeras letras, patrocinada por la Luker, empresa de propiedad de los herederos de José Jesús Restrepo, la que desde aquellos lejanos días ya mostraba su fuerte vocación de compromiso social.

Nuestra Señora de la Estrada

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Nuestra Señora de La Estrada, virgen a la que la comunidad Jesuítica en todo el mundo tiene especial veneración, no es otra que la misma “…Madonna della Strada o Nuestra Señora del Camino, Patrona de la Compañía de Jesús y la primera ante la cual San Ignacio de Loyola y los otros fundadores de la Compañía oraban en Roma. Y también fue la imagen de María que se honraba en la primera Iglesia que tuvo a cargo la naciente Compañía de Jesús; parece que fue impuesta como Patrona de la pequeña Capilla de que hablamos por la curiosa y coincidencial relación que podría tener con Don Félix Estrada Botero y sus hermanos Marco, Emiliano, Diego, Luciano, antiguos propietarios de los terrenos en que se construyeron los barrios La Avanzada, San Ignacio y Estrada, terrenos donde descansaban, transitoriamente, sus bueyes y mulas después de las largas travesías, por el oriente hasta Mariquita, y por el occidente hasta Cartago y La Virginia, cuando Manizales era el epicentro de las grandes recuas transportadoras de nuestro comercio de importación y exportación.
La Virgen de La Estrada, también ha tenido, por años, un culto especial en Aguadas, tierra genitora de la extensa familia Estrada, allí, en su templo parroquial ha existido, en sitio preferencial, una pintura que la representa

martes, 18 de marzo de 2014

GÉNESIS PATRONÍMICA DE LA CIUDAD DE MANIZALES


En la séptima década del siglo XX tuvieron auge algunas interpretaciones muy politizadas de los conflictos sociales de nuestra historia, entre varias de ellas llama la atención la de José Fernando Ocampo en su libro “Dominio de Clase en la Ciudad Colombiana”, donde presenta el caso de la fundación de Manizales como un claro ejemplo demostrativo del dominio ejercido por un pequeño grupo de colonos adinerados o de alguna prestancia social, preeminencia debida, según él, a la resonancia de sus apellidos o a la capacidad económica y asociativa de sus clanes familiares, tesis que no se debe ver como una verdad incuestionable sin haber conocido pormenorizadamente las adjudicaciones realizadas en el área urbana de la capital caldense.

Se ha repetido incansablemente durante estos ciento cincuenta años que individuos pertenecientes a familias de los apellidos Arango, Gutiérrez, Palacio, Echeverri, Jaramillo y Londoño, se adueñaron de los primeros y más importantes lotes repartidos en la ciudad, aseveración que no es cierta, pero que con el correr de los años se ha aceptado como una verdad incuestionable, nada más contrario a la realidad, no se debe seguir aceptando aseveraciones como las de José Fernando Ocampo cuando dice: “en el área urbana, la adjudicación de lotes se hace a las 45 familias de los más influyentes de la ciudad”, juicio que, seguramente, se hizo sin conocer el registro que se llevó de ellos y en el que nunca dijo cuales eran esas 45 familias o quienes las conformaban.

El inicial tejido urbano manizaleño mostró una clarísima e incuestionable democratización, el éxodo antioqueño se hizo con elementos de todas las capas sociales y económicas, debe tenerse siempre en cuenta que en la tarea de colonización propiamente dicha no hubo marcados distingos de clase, la sociedad patriarcal y bonachona de la Antioquia pueblerina de principios del siglo XIX no conocía el asfixiante clasismo que si imperaba en otras regiones de la Nueva Granada, quizá por ello fue posible la espectacular marea migratoria, o tal vez sean otras las motivaciones causantes del inmenso desplazamiento.

Se debe desmitificar la participación numérica de los 165 apellidos que aparecen  en el reparto urbano de la tierra manizaleña, el denominado notablato no tuvo la cuantiosa participación predial que algunos le imputan, entre ellos José Fernando Ocampo, quien, seguramente, propuso su tesis, sin conocer los datos pormenorizados sobre adjudicaciones.

Contrariamente a lo que hasta hoy se ha creído y pregonado el apellido de mayor figuración predial urbana, en el tan comentado registro, es el Giraldo, que alcanzó 37 adjudicaciones, luego le siguen en orden descendente, Arango con 31 lotes, Valencia con 24, Gómez con 21, Henao con 20, y Salazar con 16.

Luego vienen los Cardona, Gallego y Osorio cada uno con 15, Jaramillo y Ramírez con 14, Echeverri, Marín y Palacio con de a 13 adjudicaciones, Ceballos, García, Ocampo y Quintero con 12, Arias con 11, y Correa con 10 lotes a su favor.

Descendentemente sigue una verdadera constelación en la que se puede apreciar la casi totalidad de la gama de los apellidos migrantes del sur antioqueño y algunos pocos de procedencia desconocida, tal vez, caucana, veamos:

Castaño, Hernández, Londoño, Martínez y Zapata, cada uno, con 9 adjudicaciones.

Grisales, Orozco, Ortíz, Ríos y Vargas con 8 repartimientos cada uno.

Castrillón, Duque, Muñoz, Restrepo, Rincón, Salgado, Tabares y Villegas con 7 adjudicaciones cada uno.

Agudelo, Aristizábal, Buitrago, Buriticá, Díaz, González, Herrera, López, Mejía, Rodríguez y Sánchez con 6 entregas a cada uno.

Aguirre, Alvarez, Angel, Franco, Gutiérrez, Hurtado, Monsalve, Ospina, Pineda y Torres  con 5 adjudicaciones a cada uno.

Alzate, Arbeláez, Carmona, Castro, Corrales, Galeano, Parra, Rondón, Ruiz, Suárez, Vallejo y Velásquez con de a cuatro repartimientos.

Cárdenas, Cifuentes, Clavijo, Chica, Hincapié, Isaza, Jiménez, Medina, Mesa, Montes, Moreno, Peláez y Rengifo con tres lotes a su nombre cada uno.

Aranzazu, Arcila, Atehortúa, Betancourt, Calderón, Carvajal, Cortinez, Escobar, Espinosa, Grajales, Guevara, Hinestroza, Hoyos, Monsalvo, Montoya, Morales, Nieto, Pérez, Quinchía, Rivera, Robledo, Rojas, Serna, Sosa, Uribe, Urrego, Vásquez y Yepes con dos adjudicaciones a cada uno.

Acevedo, Acosta Amézquita, Arenas, Bedoya, Benjumea, Bernal, Botero, Bustamante, Caicedo, Cañaveral, Cataño, Ciro, Cortez, Cruz, Cuervo, Dávila, De la Arena, Flórez, Garcés, Gaviria, Granada, Guarín, Guerrero, León, Lerchundi, Loaiza, Márquez, Méndez, Molina, Montaño, Mora, Naranjo, Pamplona, Parada, Patiño, Penagos, Piedrahíta, Posada, Quiceno, Santa, Silva, Soto, Tamayo, Tobón, Usma, Vanegas, Varela, Vasco, Vega, Vélez, Walker y Zuluaga con una entrega a cada uno.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Carta al Señor Alcalde, Sobre Patrimonio de la Ciudad

Manizales, Noviembre 20 de 2013

Señor Doctor:
Jorge Eduardo Rojas
Alcalde de Manizales

Señor Alcalde:

Con todo el respeto, que su investidura nos merece, nos permitimos recordarle que los monumentos patrimoniales de la ciudad se encuentran en total abandono por parte de su administración, la cual tiene la obligación de velar por el buen mantenimiento y cuidado de ellos.

No se compadece señor Alcalde que su administración, dizque la del "GOBIERNO EN LA CALLE" no se de cuenta del estado en que se encuentran dichos monumentos.

Una vez más, a usted y así como a los Alcaldes anteriores, les solicitamos encarecida y respetuosamente, gobernar en bien de la ciudad y sus gentes, respetando la historia y las tradiciones ciudadanas.

Debería oír los diferentes pronunciamientos ciudadanos acerca de los mal llamados "murales" que su administración acaba de patrocinar, no hay derecho que tanta chabacanería y ordinaries sean patrocinados con dineros del erario público.

Nuestra protesta, respetuosa pero erguida, merece, siquiera un débil comentario suyo.

Recuerde que gobernar es oír a los gobernados.

Cordialmente,

VICENTE FERNÁN ARANGO ESTRADA
Centro de Historia de Manizales
Presidente

lunes, 7 de octubre de 2013

QUIENES SON LOS FUNDADORES DE MANIZALES?

Un mito que agoniza


Por ser Manizales una ciudad que: “no tiene blasones impuestos por la invasión agresiva y codiciosa; ni su emblema lo forjaron sobre recuerdos peninsulares; ni fueron decretos regios, ni ordenanzas virreinales, los que abrieron las alas de las puertas de su escudo”.[1]

Pues de ella “hay que anotar que no la fundó un sujeto solo y voluntarioso. Ni un caudillo engreído y fatuo. Ni un conquistador dominante y agresivo. Ni un político calculador y recursivo. Ni un patricio rejugado en los consejos y las enseñanzas. Ni un general tronante y fullero. Quienes la fundaron fueron unos individuos modestos, salidos de la faena rústica, que resuelven, para consolidar sus débiles afanes de propietarios, agruparse detrás de una fundación[2]

Acertadas aunque poéticas aseveraciones que nos hacen exclamar: Quienes son, pues, los fundadores de Manizales?

Pregunta repetitiva a través de toda nuestra sesquicentenaria vida, además de espinosa e incómoda para nuestros historiadores.

¡Ninguno la puede contestar certera y categóricamente!

El manejo documental y la técnica implementada para narrar nuestros acontecimientos no lo han permitido y quizá nunca lo permitirán.

No hay consenso, ni en los nombres ni en el número, de quienes fueron nuestros fundadores, todos los que han tratado del tema antes que aclararlo lo han hecho aún más confuso, veamos:

A)  En 1914, don José María Restrepo Maya, en la página 30, consigna en su obra “Apuntes para la Historia de Manizales”, diez y seis  nombres de personajes como fundadores “...entre los que emprendieron la fundación de esta ciudad, los principales eran los señores Joaquín, Antonio María, Victoriano y Pedro Arango, Marcelino Palacio, Nicolás y Alejandro Echeverri, Antonio Ceballos, Agapito Montaño, Nepomuceno Franco, Manuel Grisales, José Pablo Arias, Silverio Buitrago, Pedro Henao, Andrés Escobar y José María Pavas”.


 B) En 1924, José Gaviria Toro, en la página 8 de su “Monografía de Manizales”, ocupante del tercer puesto en el concurso, que se convocó, para elegir una historia de la ciudad con motivo de los próximos 75 años que cumplía Manizales, presenta como fundadores los representados en un cuadro que el Concejo Municipal exponía a la vista pública, allí están[3] (estaban) las fotografías de Joaquín, Antonio María, Victoriano y Gabriel Arango, Vicente Gil, Manuel Grisales, Eduardo Hoyos A, y Marcelino Palacio, dejando en blanco los espacios en que figurarían José María Osorio y Antonio Ceballos, con lo que nos quiere decir que estos diez colonos fueron nuestros fundadores.

No figuran en dicho cuadro Pedro Arango, Nicolás y Alejandro Echeverri, Agapito Montaño, Nepomuceno Franco, José Pablo Arias, Silverio Buitrago, Pedro Henao, Andrés Escobar, y José María Pavas, que cita don José María Restrepo Maya, pero sí figura en él Vicente Gil, José María Osorio y Eduardo Hoyos A.

Estos dos autores, como vemos, nos dan dos listas de nombres sin ninguna explicación aclaratoria de la inclusión o exclusión de los que presentan como fundadores.

Restrepo Maya, serio y acucioso investigador, no incluyó a Vicente Gil, José María Osorio y Eduardo Hoyos, no sabemos sus razones, acaso sería que no fueron fundadores pero sí primeros pobladores.

C) El doctor Juan Pinzón, en su “Reseña Histórica de la Fundación y Desarrollo de Manizales” citado textualmente por el padre Fabo en  la página 54 de su “Historia Civil de Manizales”, obra ganadora del concurso celebrado para homenajear a la ciudad por los 75 años de su fundación, dice que “...reconstruyendo la lista de los veinte expedicionarios que tenían terrenos ocupados en 1848, año en que definitivamente se decidió fundar la ciudad en donde hoy está, eran: Antonio María, Joaquín, Victoriano y Pedro Arango, Silverio Buitrago, Antonio Ceballos, José María Correa, José Joaquín, Nicolás y Alejandro Echeverri, Esteban Escobar, Manuel Grisales, Vicente Gil, Vicente Giraldo, Juan Antonio Gómez, Marcelino Palacio, José María Pavas, Antonio Quintero y Benito Rodríguez”.

Curiosamente, en esta obra del padre Fabo se habla y pondera a la Expedición de los 20 como la fundadora de Manizales, pero, curiosamente, repito, no presenta sino diecinueve nombres.

Es como si la famosa expedición fundadora de nuestro terruño en vez de ser la  “Expedición de los 20”, fuese la de los 19, o la de los 14, o la de los 7, o la de los 34, o la de los 70, o una gran manifestación pública de fundadores, como se verá más adelante. 

De los señalados por el doctor Pinzón no están en la lista elaborada en 1914 por Restrepo Maya nueve pobladores o fundadores; de los detallados por Gaviria Toro en 1924 no están trece de los enunciados por Pinzón,  pero para mayor confusión, en la lista de Pinzón no figuran Pedro Arango, Agapito Montaño, Nepomuceno Franco, José Pablo Arias, Pedro Henao y Andrés Escobar, que sí anota Restrepo Maya, ni Eduardo Hoyos A y José María Osorio del cuadro expuesto en el Concejo Municipal que sí cita Gaviria Toro.

D)  Igualmente, en 1924, el padre Fabo anotaba en la página 54 de su “Historia Civil de Manizales”, aumentando así la confusión, al citar a José María González, Secretario del Concejo Municipal por aquel año, quien en La Patria dice que “los fundadores de Manizales fueron Joaquín, Antonio María, Victoriano y Gabriel Arango, Marcelino Palacio, Nicolás Echeverri, Agapito Montaño, Manuel Grisales, Antonio Ceballos, Vicente Gil, Eduardo Hoyos y José María Osorio”.

Listado del que me permito disentir, pues el señor González no reporta muchos de los nombres que dan los otros historiadores y más grave aún, presenta como fundadores a don Gabriel Arango y don Eduardo Hoyos, exalcaldes, durante el año de 1851 el primero, y en tres oportunidades, después de 1859, el segundo, muy importantes ciudadanos de la incipiente población, los que no fueron fundadores sino primeros pobladores como se puede comprobar viendo el Registro de Adjudicatarios de lotes, en él figuran estos personajes recibiendo lotes, el  4 de noviembre de 1855, don Gabriel Arango, pero no figurando en el Censo de 1850, lo que nos permite colegir que no era residente ni en el poblado, ni en las áreas rurales que comprendían el Distrito, y el 5 y el 8 de octubre de 1855, don Eduardo Hoyos, al igual que muchos otros ciudadanos, pero éste, al igual que su esposa e hijos, sí figura en el Censo comentado.

E)  Durante el mismo año de 1924, otro autor de los concursantes para la publicación de la historia de Manizales, que se lanzaría con motivo de la celebración de los 75 años de la ciudad, don Luis Londoño, consignaba en la página 19 de la monografía que tituló “Manizales” y que ocupó el 2º lugar en aquel concurso, que los fundadores fueron “Joaquín, Antonio María, Victoriano y Pedro Arango, Marcelino Palacio, Joaquín, Nicolás y Alejandro Echeverri, Antonio Ceballos, Vicente Gil, Pedro Henao, Esteban Escobar, Benito Rodríguez, Manuel M. Grisales, José Pablo Arias, Silverio Buitrago, Vicente Giraldo, José María Pavas, Vicente Muñoz y Nepomuceno Franco alias Plancho”.

F)  Pero inexplicablemente y como queriendo aumentar la confusión, dos páginas más adelante, en la 21, el mismo don Luis, nos dice: “Tuvimos la fortuna de conocer y tratar muy de cerca varios de los fundadores, entre otros a los señores Joaquín, Antonio María y Victoriano Arango, Marcelino Palacio, Andrés Escobar, Eduardo Hoyos, Agapito Montaño, Vicente Gil, Manuel María Grisales, Pablo Jaramillo, Alvaro M. Giraldo, Eduardo Walker, Pedro Valencia, José M. Rengifo, Pedro Gallego, Anacleto Ospina, Fermín Londoño, José M. Alzate, Nepomuceno Correa, Miguel Londoño, Ramón Echeverri, Sixto Jaramillo, Francisco Arango, Timoteo Duque, Salvador Martínez, Antonio M. Ospina, Ambrosio Valencia, Antonio María Ceballos, Abdón Mejía, Dionisio Rincón, Francisco Londoño, Francisco Gallego, Alberto Zuluaga, José Isabel Montes y muchos más;”, listado que con sus treinta y cuatro nombres y la adición “...muchos más”, no hace sino crear la incertidumbre en cuanto a quienes y cuantos fueron nuestros fundadores.  

G) Pero aquí no acaban las sorpresas, ninguno de los autores anteriormente citados hace mención como fundadores de Manizales, o al menos entre ellos, a los señores Jacinto, Mauricio y Rafael Hurtado, quienes según Manuel María Grisales[4], exploraron el Nevado del Ruiz y sus alrededores estableciéndose en las tierras que luego serían el poblado, antes que él y sus compañeros.

H)  Pero como si todo lo anterior no fuera poco para aumentar la confusión y el desconcierto, tampoco figuran en parte alguna como fundadores los señores Pedro Palacio, miembro de la Junta que en 1850 hizo las veces de Cabildo y Juan Salazar y Agustín Patiño, Presidente y Secretario, respectivamente, del primer Concejo Municipal que se tuvo en 1851, tampoco figuran como fundadores los señores Nepomuceno Chaverra, Nepomuceno Jaramillo y Mario Ceballos, los desmontadores en 1848 de la selva tupida que se enseñoreaba de estas monumentales y ariscas montañas, tampoco aparecen en parte alguna Alejandro, Vicente y Alvaro García y Vicente Muñoz, colindantes, los dos Vicentes, con los solares destinados para cárcel e iglesia en los repartos efectuados en julio de 1850, teniéndose en cuenta que para ser beneficiado, de aquellos repartos, era requisito indispensable tener y demostrar una residencia mínima de dos años en el poblado que se pretendía oficializar, como en efecto se hizo.

I)   También tercia, en el tema, don Francisco Luis Buitrago, quien en un artículo escrito en 1938 para el número 20 de la revista Civismo bajo el título de “Discrepancias Históricas”, en la página 15, de la dicha revista, cita, sin decir la página del libro “Manizales”, a don Luis Londoño y pone al historiador a decir que los siguientes 70 fundadores debían tener un monumento especial para sus cenizas “Joaquín, Antonio María, Victoriano, Pedro, Francisco y Gabriel Arango, Marcelino y Pedro Palacio, Nicolás, Alejandro, José Joaquín y Ramón Echeverri, Antonio y Mario Ceballos, Agapito Montaño, Nepomuceno Franco, José Pablo Arias, Manuel Grisales, Silverio Buitrago, Vicente Gil, Pedro Henao, Andrés y Esteban Escobar, José María Pavas, Eduardo Hoyos a, José María y Nepomuceno Correa, Vicente y Alvaro M Giraldo, Juan Antonio Gómez, Antonio Quintero, Benito Rodríguez, Vicente Muñoz, Jacinto, Mauricio y Rafael Hurtado, Juan Salazar, Agustín Patiño, N Chaverra, Nepomuceno Jaramillo, Alejandro, Vicente y Alvaro García, Pablo y Sixto Jaramillo, Eduardo Walker, Pedro y Ambrosio Valencia, José Rengifo, Pedro y Francisco Gallego, Anacleto y Antonio M Ospina, Fermín, Miguel y Francisco Londoño, José M Alzate, Timoteo Duque, Abdón Mejía, Dionisio Rincón, Alberto Zuluaga, José Isabel Montes, Ignacio Arias, Benedicto Angel, José María Giraldo (a. Sabroso), Atanasio Villegas, Benito Henao, José Jaramillo y Salvador Martínez”, solicitud que nunca fue atendida, pues de ella, como bien se sabe, jamás se ha hablado, aparte de estas escuetas líneas del señor Buitrago.

J)  Pero hemos dejado para lo último otro listado de personajes, que si se quiere, pueden, también, ser considerados fundadores de la capital caldense, ellos figuran como remitentes de una carta, enviada a mediados de noviembre de 1849, al Gobernador de la Provincia del Sur solicitando la erección del sitio de Manizales en Parroquia, son ellos, según el padre Fabo, quien los cita en la página 550 del tomo 2º de su “Historia de la ciudad de Manizales”, “...Antonio Ceballos, Nepomuceno Franco, Pedro Palacio, Antonio María Arango, Alejandro Palacio, Valerio Echeverri, Alvaro María Giraldo, Vicente Gómez, Benito Henao, Pablo Jaramillo, Eduardo Walquer, Pablo Valencia, Julián Botero, Martín Díaz, Angel M Muñoz, Nicolás Echeverri, Pedro Valencia, Antonio Giraldo, Juan Bautista de la Parra, Julián Rengifo, José M Rengifo, Pedro Gallego, Salvador Gallego, Agustín Ospina, Juan Bautista García, Nicolás Ramírez, Anacleto Ospina, Eusebio Buriticá, José Luis Osorio, Romualdo Rojas, Fermín Londoño, Críspulo Giraldo, José M Alzate, Vicente Piedrahita, Severo Gallego, Joaquín Gómez, José Grisales, Juan B Angel, Nepomuceno Correa, Miguel Londoño, Rafael Castaño, Antonio Gallego, Manuel M Grisales, Antonio Flórez, José M Gallego, Antonio Quintero, Pablo Hurtado, Esteban Escobar, José Isabel Montes, Francisco Hernández, Nicolás Uribe, Ramón Echeverri, Ignacio Londoño, Cornelio García, José María Correa, Pedro Arango, José Cirilo Bermúdez, José María Rosas, Sisto Jaramillo, Francisco Arango, Anacleto Gallego, Timoteo Duque, Antonio Ramírez, José María Henao, José Joaquín Arango, Manuel González, José Ríos, Antonio María Ospina, Marcelino Henao, José M Gallego, Miguel Montoya, José Ramón Tabares, José Nicolás Acosta, José Castaño, Manuel Medina, Raimundo Gallego, José Botero, Miguel Ocampo, Ambrosio Valencia, Félix María Rincón, José Bautista García, José María Ramírez, Jesús Antonio Gómez, José Castaño, Nepomuceno Peláez, José Ramírez, Antonio María Ceballos, José María García, Dionisio Rincón, Julián Salazar, Nicolás Moreno, Antonio María Quintero, Andrés Londoño, Jesús Posada, Deogracias Velásquez, Nicomedes Salgar, Abdón Mejía, Nicolás Palacio, Antonio Hernández, Antonio Tabares, Juan Tabares, Félix Zapata, Ezequiel Arango, Cruz Cárdenas, Marcelino Aranzales, Joaquín Castrellón, Fernando Agudelo, Luis María Ortiz, Félix Ramírez, Antonio Hincapié, Lucas Osorio, Patricio Martínez, José María Giraldo, Antonio Marín, Francisco Londoño, Gervasio Suasa, Vicente Aguirre, Francisco A Gallego, Avelino Acosta, Manuel Agudelo, Agapito Montaño, Antonio Cardona, Cosme Jaramillo, Laurencio Ceballos, Alberto Zuluaga, Jerónimo Echeverri”, en total 126 personas, una verdadera multitud, como se puede apreciar, lo que hace que los famosos 20 de la expedición, supuestamente fundadora, no sean sino los más representativos de ellos y no los fundadores, propiamente dichos, de la ciudad, como hasta hoy se ha aseverado.

K)  El 2 de marzo de 1919, el inquieto investigador y gran historiador Enrique Otero D’ Costa, le hizo un reportaje a don Alejandro Echeverri, quien pocos días después murió; en uno de los apartes de esa entrevista, el historiador Otero D’ Costa interrogó al señor Echeverri acerca del nombre y número de los fundadores de Manizales, de la siguiente manera:

En las varias relaciones que se han escrito sobre la Expedición de los 20, figuran listas incompletas sobre los exploradores que la formaban, y al sumarlos, para ver de hacer una lista por el sistema de la complementación, resultan más de veinte personas. Leeremos a usted la lista general para que nos diga, según sus recuerdos, quienes fueron en realidad los que componían la dicha expedición, y, si lo sabe, el lugar de su nacimiento.

Arango Joaquín                                              -Sí.  De Abejorral
Arango Antonio María                                   -Sí.   De Abejorral
Arango Victoriano                                     -Sí
Arango Pedro                                                  -Sí.  Alias Cuchinos. De Abejorral
Arias José Pablo                                             -Sí.   De Sonsón
Buitrago Silverio                                        -Sí.   De Sonsón
Ceballos Antonio                                             -Sí.  Creo que era Marinillo
Escobar Andrés                                       -No.   
Escobar Esteban                                             -Sí.
Echeverri Joaquín                                          -Sí.  De Abejorral (mi padre)
Echeverri Alejandro                                        -Sí.   De Abejorral
Echeverri Nicolás                                            -Sí.   Tío mío. De Abejorral
Franco Nepomuceno                                      -No. Alias Plancho
García Vicente                                                -No.
Gómez Juan Antonio                                      -Sí.
Grisales Manuel                                              -Sí.  De Sonsón
Gil Vicente                                                       -Sí.  Alias Capón saraviao
Giraldo Vicente                                               -Sí.  Marinillo, según creo
Henao Pedro                                                   -No. De Sonsón
Muñoz Vicente                                                -No recuerdo.
Pavas José María                                            -Sí.
Rodríguez Benito                                            -Sí . Creo era de Salamina” [5]

Como bien se puede apreciar, en este listado, tampoco están todos los que son ni son todos los que están, aquí hay nombres que no se de donde ni con que bases los hace aparecer el historiador Otero como integrantes de la Expedición de los Veinte, como por ejemplo, don Benito Rodríguez, o Vicente García, reconociendo, eso sí, que Otero D’ Costa, fue un excelente historiador y más que eso un muy buen investigador. Creo que esta lista aumenta enormemente, por venir de donde viene, la confusión.

Pero con respecto a la figuración, en la entrevista anteriormente citada, de Benito Rodríguez, como supuesto fundador de Manizales, me permito decir que en el Registro de adjudicatarios urbanos de Manizales no aparece como beneficiado con ninguna dación de lote, lo que me hace suponer que no fue de los fundadores de la ciudad, lo contrario de Vicente García, quien sí recibió su lote, más concretamente el Nº 2 de los asentados en el libro de Registro 

Con la aparición facsimilar del registro de adjudicatarios, muy seguramente, el número y el nombre de nuestros fundadores cambia sustancialmente, con él se tiene una base más lógica para demostrar, irrebatiblemente, que su cantidad y sus nombres son otros muy distintos, porque si se tiene en cuenta solamente a los adjudicatarios urbanos, beneficiados desde el 24 de julio hasta, al menos, el 31 de diciembre de 1850, sus mujeres y sus hijos, así como sus dependientes y sus sirvientes, sería otro muy distinto el número de ciudadanos verdaderos fundadores de la ciudad, recuérdese que para obtener aquel beneficio de adjudicatario, las normas ordenaban un asentamiento anterior no inferior a dos años, los que en muchos casos llegaban hasta tres y posiblemente cuatro años.

Este listado, el de adjudicatarios, debe estudiarse en forma concatenada con los Censos poblacionales efectuados en el Manizales de 1850 y 1851, años primeros de la ciudad, análisis que no se ha hecho ni por sociólogos ni por historiadores, solamente hoy lo hago en forma somera, dando por resultado de esta omisión, reiteramos, una imperfecta visión de lo sucedido hace ya más de ciento cincuenta años, lo que impide la comprensión de los orígenes cívicos y las raíces generacionales de este enclave cordillerano, naturalmente que el Registro de Adjudicatarios y los listados censales adolecen de muchas formalidades técnicas, pero el simplismo y la sencillez con que fueron elaborados no les resta un ápice a su gran valor como fuente documental y soporte de trabajos investigativos que están en mora de realizarse, corriendo con el riesgo, por la demora, de que el inexorable paso del tiempo y la incuria y la desidia de nuestro mandatarios y funcionarios faciliten la pérdida de tan invaluables e insustituibles documentos.

Como está consignado, en los Censos en mención, esta población de frontera interestatal y su área de influencia se hallaba dividida, en 1850, en cinco fracciones territoriales y en 1851 en seis, pues en este año aparece el Partido de Chinchiná, quedando en claro que en todas ellas habitaban grandes núcleos poblacionales unidos, en un alto porcentaje, por fuertes lazos parentales y que ya se encontraban en avanzados estados de desarrollo colonizador, lo que les permitía un notable intercambio de productos, especialmente, con parientes y amigos establecidos, principalmente, en Neira y Salamina, por no decir de las otras poblaciones del sur de Antioquia, lo mismo que un fuerte incremento del tráfico comercial por los incipientes caminos que conducían a las colonizaciones que se hacían, por entonces, al norte del Cauca.

A continuación presento el listado completo de los adjudicatarios de 1850 y su entorno familiar, pues ellos son los verdaderos fundadores y hacedores del naciente Manizales:



[1]  Otto Morales Benítez, “Testimonio de un Pueblo” Imprenta del Banco de la República, Bogotá, 1962, Pág 18

[2]  Otto Morales Benítez, Op. Cit Pág 33
[3] Este cuadro se encuentra desaparecido en el día de hoy
[4] Manuel Mª Grisales, “Tiempos Embrionarios de Manizales”, Archivo Historial, Tomo I, Página 374
[5] Enrique Otero D’Costa, “Reportaje a dos Fundadores de Manizales” - Con Don Alejandro Echeverri, Archivo Historial, Volumen I, Págs 389-390

lunes, 30 de septiembre de 2013

MANIZALES 1904


Muy grato y honroso es para mí ser el iniciador de este ciclo de conferencias con las que se quiere celebrar el primer centenario de la aparición de la "Revista Nueva", órgano que la intelectualidad manizaleña de principios del siglo XX puso en circulación nacional e internacional.

Parecerá extraño que una ciudad enclavada en el corazón mismo de la Cordillera Central y a la que muy difícilmente se podía llegar, pudiese hacer, a un mismo tiempo, alarde de ilustración y capacidad mercantilista que le permitiera traer desde Norteamérica y Europa bienes materiales y conocimientos en los diferentes ramos del saber humano y a la par de los apenas 40 números de la Revista que fueron conocidos en Sur y Centro América, España, Francia, Italia y Portugal, exportar los granos de la rubiácea que por años sostuvo la economía nacional, aclarándose que en febrero de 1911 aparece el único y último número de la Revista que no circulaba desde 1907.

Existen hombres, hechos y edificaciones que imprimen carácter a una ciudad pero que, al resultar tan familiares a sus habitantes, hacen que muy pocos se pregunten sobre su origen, simbolismo y significado. Esto sucede, literalmente, con muchas de las cosas manizaleñas.

Una ciudad o un sitio determinado es el lugar donde la divinidad se manifiesta de algún modo, un lugar donde algún tipo de energía natural muy particular, cósmica, telúrica, o de alguna otra clase, se revela produciendo efectos perceptibles en quienes frecuentan ese lugar, efectos que generalmente son de tipo muy preciso y determinado.

Desde la más remota antigüedad, una ciudad, no importando el porqué de su fundación, ni a que actividad o divinidad se dedicase se imprimía así misma un carácter y una dinámica muy diferente a los de cualquier otra, pero aquella dinámica y aquel carácter le viene, principalmente, por la escogencia del lugar "apropiado" para dicha fundación.

El sitio, según los más viejos cánones, trasmitidos, generalmente, por vía oral y que se han perpetuado por generaciones y generaciones, siglo tras siglo, milenio tras milenio, debía ser aquel en que estuviesen presentes y se manifestasen ciertas "fuerzas o corrientes telúricas e hidrológicas" que trasmitieran a la ciudad y a sus hombres las fuerzas de allí emanadas y que, estas, libremente fluyesen del mismo "centro de la tierra".

Ello se da, en nuestro caso, desde los primeros días de la "primera" fundación misma de la ciudad.  Y es, "primera", porque, según la historia local, es desde mucho antes de 1849 cuando se formaliza oficialmente el reparto de los primeros lotes, a los que quisieron asentarse en las tierras manizaleñas, cuando y el primitivo, desperdigado y humilde asentamiento daba muestras claras de que su historia sería sorprendente y convulsionada.

La desafiante y difícilmente accesible eminencia de Morrogacho, como era conocida la región, esculpida, seguramente milenios ha, por poderosas, volcánicas y cataclísmicas fuerzas, que bruscamnete cortaron y catapultaron verticalmente una gran porción de tierra, rompiendo la continuidad del horizonte, precipitando, abruptamente, una parte de él en las profundidades, formando lo que hoy es el paraje de La Francia, dándole así su extraña y enigmática configuración.

La dramáticamente accidentada silueta de Morrogacho es visible y reconocible, desde muchos kilómetros a la redonda, toda ella está rodeada por una serie progresiva de grandes picos y otros no pequeños cerros que la hacen resaltar entre la majestuosidad del paisaje, topográficamente no faltan profundos y pequeños valles, convulsionado terreno que solo se puede observar a plenitud desde un avión; toda la ciudad se halla edificada sobre una de las más activas y peligrosas fallas geológicas andinas, ella es la muy destructiva Falla de Romeral.

Es innegable pues la conjugación, en este sitio, de las fuerzas telúricas, tectónicas e hidrológicas, que hacen de éste el lugar apropiado y exacto para la construcción de una ciudad diferente a cualquier otra.  Nuestros antepasados, sabiamente, encontraron el "lugar adecuado" para construir su ciudad.

Los fundadores y primeros pobladores de Manizales descienden, en su gran mayoría, de viejos troncos genéricos vascos y asturianos, y ellos, los vascos, son un enigmático pueblo, asentado hace varios miles de años en las bravas montañas del noroeste de España, ellos son portadores de una rara y continuada pureza racial, debida, en gran parte, a la muy generalizada práctica endogámica de sus uniones, predominando en sus integrantes abundancia del singularísimo patrón sanguíneo tipo O, una baja frecuencia del grupo B y la más alta concentración estudiada del tipo RH negativo.

Están agrupados lingüísticamente en el Eúskaro, lengua única y antiquísima y no perteneciente a ninguna de las del grupo indoeuropeo; son amantes de la montaña, industriosos, tenaces, ascéticos, rebeldes y defensores sanguinarios de su libertad y fueron ancestrales, con hondo arraigo familiar y arcaica fe religiosa.

En cuanto a la ascendencia asturiana también hallamos, lo mismo que en los vascos, marcados atavismos célticos, de allí, de aquel viejo torrente sanguíneo, seguramente, proviene "la fuerza" que inspiró a hombres y mujeres a levantar este monumento a la tozudez; poderosa fuerza en la vida.

"La Cañada de Manizales" o "La Aldea Encaramada", como fue conocida en sus primeros 50 años de existencia, pasó de algo más de 2.800 habitantes en 1850 a 24.000 en 1900, año en que alcanza la madurez como centro poblado que le reconoció la Santa Sede al otorgarle un obispado, antesala, por un lustro, de la Gobernación que Rafael Reyes le confirió al crear el Departamento de Caldas.

En la primera década del siglo XX, Manizales era una ciudad donde todavía se creía en duendes y brujas, donde aún se tomaban las bebidas de apio, toronjil, yerbabuena y albahaca, donde aún se deleitaban diariamente los paladares con los fríjoles con "garra" o chicharrón chamuscado de "siete escalas", plátanos asados, cernidos de guayaba y requesón, brevas con queso, mazamorra de maíz amarillo, o con el rústico y delicioso dulce de vitoria con leche, una ciudad por la que transitaba el alpargatado carbonero pregonando su negra carga y los lecheros de carretilla entregaban a domicilio por tazadas y cuarterones sus no descremadas mercancías, una ciudad donde Noé Nicholls y Temístocles Vargas daban sus lecciones de piano y formaban bandas de músicos que con sus retretas dominicales deleitaban a los numerosos asistentes.

Aquel Manizales de hace una centuria, verdadero modelo de la tenacidad de una raza, era un conjunto de edificios públicos y privados que escasamente pasaba de las ochenta manzanas en las que todavía predominaba "el estilo temblorero", estilo que se conoció por las enormes tapias del primer piso y la construcción divisoria en bahareque embutido en barro, recubierto exteriormente con cagajón encalado, de profusa ornamentación con preciosos calados de madera en los segundos pisos, de amplias y ventiladas habitaciones, de grandes aleros volados y balcones salidos, "construcción en claustro", con sus macetas de geranios, novios, begonias y josefinas, ancladas en cada uno de los pilares que circundan el gran patio central.

Rasgos típicos de la arquitectura pueblerina de la Antioquia Grande que la hacían muy poco diferente de Sonsón o Rionegro y Abejorral, es decir era otro pueblo más de la avanzada antioqueña, que desde finales de 1903 se encontraba bajo los rigores de un fuerte invierno, que azotaba el centro del país con aguaceros de hasta cuarenta horas, diluvios que hacían más duras y largas las treinta y hasta cuarenta y cinco jornadas que demoraba una buena recua de bueyes desde las planicies tolimenses.

Por el oriente, los caminos del Ruiz, La Elvira y La Moravia tramontaban la gigantesca Cordillera, eran unas duras y larguísimas trochas que desde sus inicios fundacionales Manizales utilizaba para comunicarse con el Magdalena, "Río de la Patria", en muchas partes de ellos nos narra Manuel Pombo  "menudean los pasos azarosos, consistentes en defiladeros de tierra deleznable tajados sobre precipicios que van a dar al río ; en hondos fangales donde las bestias se consumen hasta los pechos; en estrechuras obstruidas por la maleza, sin hacer mérito de la continua sucesión de saltos y resbaladeros que constituyen el mal llamado camino", en otras partes, "...Profundos barrizales, plagados en su fondo por redes de raices que se enredan en los cascos de las bestias, derrumbaderos empinados de greda amarilla y brillosa o de tierra deleznable en donde no se pueden afirmar los pies y en donde ruedan confundidos bueyes, mulas y hombres", troncos caídos, maleza que cierra el paso, púas y estacas por todas partes, árboles que gotean por entre sus ramas, niebla espesa, frío, mucho frío, continuos y fuertes aguaceros acompañan a los viajeros, caminos que se hicieron temerosamente célebres desde la noche en que una ventisca mató cuarenta mulas, como se narra en alguna parte de nuestra historia comarcana.

Por el norte se llegaba a esta población por el camino del Salado o por el nuevo camino que se hizo pasando el Río Olivares, vías un poco, pero solamente un poco, mejores que las otras, pues nuestro activo y dependiente intercambio con Medellín les hacían ser menos fragosos y complicados.

Por el occidente, otro precario y empinado camino nos comunicaba por El Rosario hacía Chinchiná, Santa Rosa y Pereira y de allí con el Valle del Cauca, por esta vía colonizábamos el Quindío, allí nos derramábmos a raudales, porque si bien es cierto que Salamina es la ciudad abuela, Manizales es la ciudad madre de más de la mitad de la colonización antioqueña en el centro del país.

Por el sur, a escasas cuatro empinadas cuadras de la Plaza del Libertador, por un fragoso y casi vertical camino, Manizales se comunicaba con Villamaría, última población del Cauca, histórico camino por donde en varias oportunidades fuimos invadidos por las tropas del conflictivo Estado vecino.

En 1904, Manizales contaba con los barrios Carangal, llamado después de Los Agustinos, Hoyo Frío a la salida para Villamaría, El Mico, que cambió su nombre por el de San José, Sierramorena que se extendía hasta más allá del viejo puente de Olivares luego de pasar por la Puerta del Sol, todos ellos cruzados, en mayor o menor medida, por las 13 calles y las 18 carreras  "tiradas a cordel", rectas, empedradas y estrechadas, de solo 80 varas de longitud, que desafiaban empinadas colinas y profundas hondonadas, en pocos casos ya niveladas por grandes banqueos que popularizaron aquello de que "en Manizales primero se hace el lote y después la vivienda", calles por las que todavía corría la alcantarilla por el centro de la vía, obstáculo que se salvaba, a veces, con puentes como el llamado de "Los Suspiros", dos cuadras arriba de la capilla que desde 1902 construían los padres Agustinos recién llegados a la ciudad.  Corrientes de aguas negras que hacían del poblado un lugar malsano en el que las epidemias y las enfermedades, las niguas, las pulgas y las carangas eran lo común, lo que no era gran obstáculo para que la chiquillada en ruidosa democracia se involucrarse en sus juegos infantiles, suspendidos de vez en cuando para que por allí mismo pasasen las recuas, que al decir de varios historiadores se componían de más 10.000 bueyes y mulas, los que con su rítmico paso daban impulso al incesante comercio, cargando sobre sus lomos un sinnúmero de mercancías que hacían de la plaza la más próspera fortaleza comercial del centro del país.

Al oriente se encontraba el bello parque que desde 1902 impulsaron Samuel Velásquez, Alfonso Villegas Arango, Marino Montoya y el ingeniero cundinamarqués Carlos Clavijo, en el sitio conocido como Plazuela del Guayabo, quienes lograron que el Jefe del Batallón La Popa, anterior nombre que llevó el Batallón Ayacucho, les prestara un contingente de reclutas para demarcar e iniciar su construcción siguiendo los planos del ingeniero Julián Arango y que desde el 30 de abril de 1911 se llamó Parque de Sucre; al nordeste, donde se iniciaba el nuevo camino a Neira, se encuentra la plaza de Colón, nombre que reemplazó la rústica denominación de Plazuela del Mico, donde desde el 31 de enero de 1902 don Faustino Ocampo dio el barretonazo inicial para los banqueos necesarios para construir la iglesia de San José.

En el corazón mismo de la ciudad, en la Plaza del Libertador, donde los miércoles se hacia la Feria de Ganado y los sábados el mercado público que iniciara el visionario Marcelino Palacio, inmenso terraplén sin ningún pavimento ni ornamentación, a excepción de la hermosa pila importada, que aún perdura, aunque en otro lugar, donde sudorosos arrieros y caporales capitaneados por Paulino Acevedo, el "Poeta Arriero", o por "Cotoño Echeverri", abrevaban esa miríada de cansados animales luego de descargarlos de sus pesados fardos.  Allí tenían asiento la Casa Consistorial, el Correo, la iglesia Catedral construida en preciosas maderas desde 1888, donde se desempeñaba como cura párroco en 1901 el padre Nazario Restrepo Botero, gran pintor y buen poeta.

Allí mismo, en la Plaza del Libertador, se encontraban las viviendas y los bien surtidos almacenes de don Liborio Gutiérrez, de Mariano Latorre, de los Santamaría, de Pedro Pablo y Atanasio Restrepo y de don Benicio Angel, y muchos otros comercios de menuda importancia, al sudeste de la plaza el cosmopolita Hotel Internacional, que se encontraba situado en la segunda planta del local del Banco de los Andes, fundado en 1901, por varios empresarios de la ciudad, institución que se disputaba la clientela con el Banco de Manizales fundado en el mismo año, con el Banco Prendario, fundado en 1891 y con el Banco de Depósitos que fundara don Lorenzo Jaramillo desde 1896.

Al noroccidente ascendiendo por el antiguo camino de la colonización, que trocó su nombre por El Pedrero se ascendía a La Cuchilla, camino todo escoltado por sórdidos burdeles, que sábados y domingos se convertía en la más peligrosa y sangrienta zona de la ciudad, peligrosa vía que llevaba al bonito Parque del Observatorio, espectacular mirador hacia el Cauca y luego descendía a la Cuchilla del Salado y de allí al Guacaica.

Todavía eran comunes en nuestra habla la designación a calles y sitios de la ciudad y sus alrededores con sonoros nombres como Horqueta de Faracho, Quiebra del Guayabo, Plazuela del Mico, Vallejuelo, El Pedrero, La Cuchilla, El Carretero, Hoyo Frío, Sierramorena, Carangal, La Puerta del Sol, La Cueva Santa y San Peregrino.

Pero si el relativamente pujante pueblo no descollaba por sus adelantos arquitectónicos, como lo afirmaban los viajeros que nos visitaban, él si tenía un fuerte desarrollo comercial e industrial como se decía en la época, las trilladoras de café, La Estrella, La Oriental, La Argentina, El Porvenir y La Americana, movidas todas por sus propias plantas de energía eléctrica, daban trabajo a centenares de mujeres, lo mismo que las pequeñas industrias chocolateras Luker, El Rey, Vélez, Cruz Roja, Villegas y Medalla, y los talleres de tejidos en fíque y algodón y la Fábrica de Fósforos El Ruiz, no sin dejar de reconocer el importantísimo aporte minero que desde finales de la década de 1880 cuando ya se encontraban registradas 159 minas de oro y plata, casi todas en plena producción en los primeros años del siglo XX, dando trabajo a miles de hombres, de ellas se destacaron La Cascada, la Coqueta, Volcanes, Farallones y Tolda Fría, la más antigua y rica de toda la región.

Por las calles y plazas de la activa y próspera ciudad era común ver a Tomasito el vendedor de sirope, al sastre con su metro al cuello, al yerbatero con su mochila ofreciendo cidrón, albahaca, eneldo y poleo para la morcilla, a Noé Ossa el herrero, al carpintero con su lápiz trazador en la oreja, al terciador con sus cinchas y lazos, al zapatero remendón y al mugroso lustrabotas, a Jacintico, a Pedrito Canastero, a Juan Pablo Jaramillo con sus 150 kilos de fofa carne, a Castelairas y Morrocoy, a Corroncho y Bibiano, a Cirgüelillas y Napoleón, a Tuto, portero y guardián de la Catedral, a Ismaelito Vargas vendiendo elíxires, vinagre y jarabes de canela y limón, a Alarcón, curandero y vendedor de específicos, a Mucinga, a Juan Onofre con su zurriago y su pañuelo rabo de gallo y a Tanana con su caminado de pato, todos revueltos con los parsimoniosos y elegantes, casi ingleses, caballeros de botines de tacón alto y sombrilla parisina, como calcadas de los figurines de moda europeos; con añosas matronas de delantal blanco y embozadas en su pañolón negro; con muchachos de cachucha y camisa de dril, de pantalones cortos confeccionados de las transformaciones de los vestidos de sus mayores, de medias rayadas a media pierna y calzados con gruesos y pesados botines únicamente los domingos, que buscaban, en solares y potreros vecinos, saltando trancas y talanqueras las chiliguacas, las dulunzogas y los tapaculos, vernáculas golosinas ya desaparecidas, por no decir los destrozos causados a los tomates de árbol, los chirimoyos, los brevos y los cidrales que con esmero cuidaban los manizaleños en sus huertas caseras.

Ese era el Manizales del portentoso desarrollo literario que se daba por aquella época.

Según Hernando Salazar Patiño, su génesis fue la aparición, del que se ha considerado primer periódico de la ciudad, en enero de 1877, el "Boletín de Guerra", que en sus siete números publicó las proclamas del General Marcelino Vélez, entreveradas con los artículos crítico-humorísticos del Tuerto Camilo Antonio Echeverri, seguido en 1878 de la hoja periódica "La Serenata" de la autoría de Alejo María Patiño y de "Ecos del Ruiz", periódico literario, industrial y noticioso, de ocho páginas que comenzó a circular todos los domingos desde el 3 de octubre de 1880, bajo la dirección del excelente periodista sonsoneño Federico Velásquez, semanario que alcanzó a tener 140 suscriptores.

En cuanto a la literatura en sí, es posiblemente desde 1883, cuando sale a la luz un pequeño tomo conteniendo una poesía titulada "Flores Mustias" cuyo autor fue Ramón Gómez Gaviria, quien manejaba la imprenta en donde se editó luego la famosa revista La Primavera, de la que hablaremos luego, este pequeño tomo es considerado el primer libro que se editó en Manizales.

También se ha catalogado como la más importante génesis cultural de Manizales la famosa Tertulia de las hermanas Cárdenas, que se desarrollaba alrededor de 1880 en su casa de habitación y era comandada por Joaquina la hermana mayor, casa que cae, en 1949, bajo el golpe dizque progresista de la piqueta demoledora, siendo seguida aquella tertulia por la célebre Sociedad Literaria que empieza a funcionar en 1885 con la dirección del maestro José María Restrepo Maya y en la que fueron admitidos un "grupo de inquietos muchachos entre los 14 y los 17 años, que al año, en junio de 1886, fundan su órgano de expresión llamado "La Primavera", allí sale a la luz Victoriano Vélez, con apenas 14 años, y sus compañeros Valerio Antonio Hoyos, José Ignacio Villegas, Daniel Restrepo, Silverio A. Arango, los Gutiérrez, los Henao, ... y más tarde Alfonso Villegas, Basilio Uribe, Samuel Velásquez, Juan Pinzón y otros, y por un tiempo el profesor Luis Zea Uribe, quien la rebautizó "Zapatería Literaria", por el local en que se convocaban".

Aquella Sociedad duró más de 15 años y de allí emergieron los escritores, magistrados, pedagogos, gobernantes y periodistas que orientaron la vida y el pensamiento de la ciudad con la aparición de los periódicos El Amigo del Hogar 1891, El Sur en 1894, El Imparcial en 1895 y el más importante de todos, El Correo del Sur, en 1897 y en aquel mismo año, en la Tipografía Caldas el primer número de la Revista Nueva, la que desapareció debido a los sucesos de la guerra de los tres años.

En noviembre de 1904 y en medio de un gran jolgorio tuvieron lugar los primeros Juegos Florales en Manizales, en ellos fueron vencedores el doctor Aquilino Villegas, con un cuento original de Gabriel D`Annunzio, que su autor al traducirlo brillantemente, adaptó a nuestro medio.  Otro premio le fue concedido al mismo doctor Villegas por su poesía titulada "Tríptico" y en el mismo torneo resultaron triunfadores el poeta Jorge S. Robledo y el General Carlos Jaramillo Isaza, el primero con su poesía "Los funerales del sol" y el segundo con un canto a la reina de la fiesta, Inés Jaramillo Montoya.

Con la guerra de los Mil Días, que en lo bélico apenas nos tocó en forma tangencial, pues como en las otras guerra Manizales fue convertida en un verdadero fortín militar, que vigilaba las acciones en los departamentos vecinos, situación que no dejó exentos a algunos vecinos liberales de la expropiaciones y contribuciones, "haciéndose insostenible la vida para muchos y para otros se convirtió la ciudad en un próspero campo de especulación con los negocios que labró la prosperidad de unos y la ruina de otros.  Empezó a subir el tipo de cambio de manera progresiva, hasta llegar al diez mil por ciento o más, de manera que el patrón monetario que representaba el valor de un peso, quedo valiendo un centavo".

A pesar de todo, aquí no se aquietó el rebullir intelectual, por el contrario, de este contingente humano de excelsas calidades, los educadores sonsoneños, salamineños y caucanos ya recogían los frutos de su incesante brega educativa, aquí una pléyade de jóvenes inquietos hacía sus primeros pinitos en las letras, no muy tímidamente deleitaban a sus sorprendidos paisanos con sus logros literarios; ya se habían dejado atrás los tiempos de la salamineña Agripina Montes del Valle, quien había partido hacia Bogotá para radicarse allí, es por ello que se considera de más trascendencia las enseñanzas del gramático y periodista Jesús Londoño Martínez, en el Colegio Exagógico, del científico Luis Tomás Fallón (padre del poeta Diego Fallón), en el Colegio León XIII, de Gerardo Arias en su Instituto Pestalozzi y de Concha Ruiz de Arango en su institución privada y mixta, de José María Restrepo Maya en su célebre colegio de Santo Tomás de Aquino; de aquella lucha fratricida que nos desgarró por tres años nos quedo un Aquilino graduado de Coronel y Abogado, al que los miembros de la famosa Gruta Simbólica, llamaron poeta.

Ya con el servicio de energía eléctrica, que pocas ciudades del país lo tenían, pareciera que Manizales entraba de la mano del siglo al modernismo, la actividad cultural en la primera década del XX es arrolladora, es por ello que por intermedio de los editores Guinge, Salazar y Molina, algunos dieron a luz sus composiciones y la Tipografía Caldas, en su imprenta de pedal, edita, a principios de 1902, en un muy discutido folleto de apenas 62 páginas, la primera antología de escritores caldenses titulada "13 Composiciones", folleto que se vendió a beneficio del Hospital, lográndose recolectar la importante suma de $ 10.000.00.

En aquel folleto se publicaron "Leticia" y "Piedras Finas" de Samuel Velásquez, "La Samaritana" de Emilio Robledo, "Interior" y "Sara" de Juan Pinzón, "El Proyecto del Juez Carranza" de José Ignacio Villegas, "Oda al Padre Evasio Rabagliatti" y "La Vaca" de Alfonso Robledo, "Belkiss" (Reina de Saba) y "El Viejo" de Aquilino Villegas, "Confesiones de un Reo" y "Dos Rosas" de Victoriano Vélez y "En la Celda" de Alfonso Villegas Arango.

Pero no se crea que Samuel Velásquez, Aquilino Villegas, Victoriano Vélez, Juan Pinzón, Alfonso Villegas Arango, Alfonso Robledo Jaramillo, Emilio Robledo Correa.  Juan B. Gutiérrez y José Ignacio Villegas, solamente se interesaron por la Revista Nueva, ellos gestaron o tuvieron, temprana o tardía, incidencia en la fundación de la Sociedad de Mejoras Públicas, la Sociedad de Medicina de Manizales, el centro de Estudios Históricos de Manizales, y el Instituto Universitario.

Destácase de entre todos ellos Samuel Velásquez, "primer pintor de caballete que conoció Manizales", discípulo de Alberto Urdaneta, autor de los cuadros evangélicos que existían en la antigua catedral y de los retratos de algunos de los fundadores de la ciudad que adornaban el salón de sesiones del Concejo municipal, autor, también, de las primeras novelas importantes ambientales en Manizales, Madre premiada en el concurso de 1897 y Al Pie del Ruiz publicada en 1898.

Los Villegas, Aquilino, José Ignacio y Alfonso, herederos todos del Alférez Felipe de Villegas y Córdoba, creador de una estirpe que en sus genes porta una rara predisposición a las letras, muchos de sus más cercanos parientes también fueron y han sido cultores eximios de la palabra, ya alguien ha dicho que "los Villegas son una raza de letrados".

Como rareza debemos anotar hoy que en esta exclusiva lista de intelectuales aparecen los médicos Emilio Robledo y Juan B. Gutiérrez, verdaderos humanistas que abrevaron esa filosofía de vida en la vieja capital francesa, cuando aquello de "Ciudad Luz" era una verdad axiomática, sus escritores así nos lo demuestran; Emilio fuera de sus obras médicas también descolló como uno de los mejores y verdaderos historiadores con que Colombia cuenta; Juan B dejó como imborrable recuerdo, entre otras cosas de la intelectualidad, su preocupación por el espíritu y su humana explicación, exploró en muchas y variadas fuentes, como prueba de ello nos dejó, como legado, una variada colección de escritos donde se mezclan la medicina y la espiritualidad.

Tampoco se sustrajeron al ejercicio de la política, fueron ruidosos y fuertes polemistas, casi todos.  Conservadores y luego Republicanos, participaron por momentos en una muy dura oposición al gobierno central quien a la postre, al sentirse aludido por la publicación, en dos entregas de la Revista, en el magistral artículo de José Ignacio Villegas, "La Delación Bajo los Césares Romanos", adaptación de una obra del insigne escritor francés Gastón Boissier, escrito que el régimen dictatorial consideró lesivo a sus intereses y declaró a su autor y a la Revista como activos conspiradores en su contra, hecho que originó, por medio del decreto 182 de 1907, sobre censura de prensa, ordenar el cierre de la publicación, como muy claramente lo informaron sus editores en los números 35 y 36 de marzo y abril de 1907.

Todos se desempeñaron como Concejales de Manizales, algunos en varios períodos; Juan Pinzón y Aquilino Villegas, fueron Constituyentes de la Asamblea instaurada por la dictadura de Reyes; Aquilino y Alfonso Robledo fueron Ministros; el primero de Obras Públicas y el segundo, en la presidencia de Abadía Méndez, del Tesoro, Aquilino y Juan Pinzón fueron Senadores por dos períodos consecutivos; Gobernadores del recién creado Departamento de Caldas fueron José Ignacio Villegas y Emilio Robledo; José Ignacio Villegas, además, fue Alcalde de Manizales; Alfonso Villegas Arango fue Diputado a la Asamblea Departamental de Caldas y Emilio Robledo de la de Antioquia, no sin dejar de reconocer que Alfonso Robledo fue Alcalde de Bogotá.

Para toda aquella agitación era necesario tener medios de expresión, por esto vemos un aumento inusitado en la prensa, en 1907 aparecen: Cosmos, Lectura Popular, El Juguete, El Parnaso, La Opinión de Caldas, La Nueva Era, Los Andes, El Remo, Croniqueur, y El Glóbulo Rojo, anticipos muy tempranos de Eco, que aparece en 1915 editado por la Tipografía Rivas, Cervantes, y ya más tarde de La Patria y El Tiempo.

Como se puede ver la Revista Nueva fue un aglutinante donde se amalgamaron en un momento dado los mejores hombres de la intelectualidad manizaleña, ella sirvió, en varias oportunidades, de ventana por donde se vió la obra de los literarios del modernismo francés, también sirvió para conocer aspectos de nuestra historia que en ninguna otra parte se han mencionado, como por ejemplo la enorme escasez de dinero circulante en la región durante el año de 1904 a 1905, informándonos que se llegó hasta cerrar por algunos días el servicio en algunos de los bancos de la ciudad, interesante tema que los historiadores y economistas hasta hoy no han estudiado; por esta y otras cosas es que yo siempre he sostenido que nuestra historia aún no se conoce en su verdadera dimensión.

Como otro ejemplo de mi anterior aseveración está el caso de la reorganización territorial colombiana, poco se sabe que algunos de los miembros de la Revista Nueva se opusieron vigorosamente al desmembramiento del sur de Antioquia cuando se creó el departamento de Córdoba, antecesor del departamento de Caldas, hasta recogieron una interesante cantidad de firmas de ciudadanos que no estaban de acuerdo con tal hecho administrativo, así como tampoco se conoce que otros integrantes de la Revista si apoyaron con igual vigor tal creación y hasta, en gesto y palabras muy románticas, propios de la época, ofrecieron la pluma de oro con que debía firmarse el decreto respectivo; trascendental polémica de la política doméstica que poco se analiza y debate en nuestra historiografía.


Con esta visión rápida que hemos hecho del Manizales de 1904, año en que empieza a circular la Revista, queremos, más que hacer una quejumbrosa añoranza, hacer una especie de llamado de atención a gobernantes y dirigentes locales para se retorne a actitudes que no pueden ser exclusivos de una época ya centenaria; otros en su debido momento durante esta semana harán análisis más profundos sobre otros tópicos de la Revista y sus autores, pero de lo que no puede quedar duda es que la crisis que actualmente padece la ciudad es un fenómeno cíclico que ya varias veces hemos padecido por más o menos tiempo:  dificultades en las vías de acceso a la ciudad, guerras, despóticas invasiones, constreñimientos políticos, terremotos, incendios, penurias económicas, ausencia de líderes cívicos, pequeñez en algunos de nuestros mandatarios ciudadanos, no son nada nuevo en nuestra sesquicentenaria vida, pero pese a todo ello Manizales fue, es y será ciudad guía y modelo en la vida colombiana.