lunes, 30 de septiembre de 2013

FERNANDO DE ZAFRA CENTENO

EL HIDALGO TROTAMUNDOS

Cuando Don José María Restrepo descubre, en Tunja, el testamento del extremeño Fernando de Zafra Centeno, caen por tierra una serie de mitos y leyendas que desdibujaron por siglos una parte de la historia antioqueña y sus caballeros andantes, alucinados algunos, como el sin par Andrés de Valdivia, iniciador de la civilidad antioqueña, como Don Gaspar de Rodas, el caballero feudal, que pobló y gobernó a la comarca antioqueña sin pararse en pelos por nada y para nada, orgullosos unos pocos, aventureros los más, pero todos, trotamundos guerreros que se cobijaron bajo los estandartes imperiales del nunca igualado Carlos V, el hombre que tuvo férreamente el mundo a sus pies, para legarlo, con su gloria y sus defectos, a su sucesor dinástico, el vilipendiado e incomprendido Felipe II.

En Badajoz, principal ciudad de la Región de Extremadura, Fernando de Zafra Centeno y Catalina Fernández procrean a Fernando de Zafra Centeno, el mayor de cinco hermanos llamados, Juan, Francisco, Pedro, y Ana de Zafra, quienes vivieron por muchos años en la capital extremeña, vidas apacibles y que en nada se parecieron a la del trashumante hermano mayor.

Desde muy joven se alistó en la carrera militar, como le correspondía, por ser hidalgo, profesión que le llevaría por Italia, España, Alemania, Hungría, Venezuela, Isla de Margarita, Brasil y el Nuevo Reino de Granada, su sangre remarcó su huella en ambos lados de la mar océano, el Atlántico no fue barrera para que sus proezas guerreras iniciadas en la ciudad germana de Mülberg, seguidas en España, Hungría e Italia, no pudiesen seguir en estos lados de la América.

Llegó por los años de 1548 o 1549 al puerto de Pernambuco en Brasil, donde se alistó como Alguacil Mayor en una expedición al mando del Capitán Luis de Melo de Silva, al descubrimiento y conquista de las tierras interiores y del Río Amazonas, donde pasaron grandísimos trabajos por la incesante y dura guerra que les daban los indios, lo que provocó un motín encabezado por Juan de Alberca, Jerónimo de los Ríos y Bartolomé de Aguilar quienes lograron el apoyo de muchos de los soldados expedicionarios, los que pretendían asesinar al Gobernador y poner en su lugar y por la fuerza a Fernando de Zafra, el que enterado de las sediciosas intenciones de la tropa logra sosegarla y disuadirla sin alboroto ni escándalo para que no hagan semejante osadía, lo que le valió el respeto de sus superiores y el sometimiento de toda la hueste interna en la manigua, la que tras duras jornadas sacó a la costa sin mayores pérdidas de hombres y equipo.

De Pernambuco pasó a la Isla de Margarita, donde a poco de llegar el Capitán Zafra Centeno, es atacada por una flota de corsarios franceses quienes querían tomarse la isla, para convertirla como estratégico punto central de sus correrías por las Antillas del sur y las costas de la Tierra Firme, el gobernador de la isla, Lope Amado se encontraba reducido por dolorosa enfermedad a la cama, lo que hace, que nuestro personaje se apersone de las tropas defensoras, no sin antes despachar al enfermo, los ancianos, las mujeres y los niños a un poblado del interior de la isla, lo que permitió la preparación sin tropiezos de muchas trampas en la playa y la ciudad, así como también para el

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reforzamiento de los parapetos y baterías de la rudimentaria fortaleza con que contaban los isleños.

Comenzado el ataque, saltaron a tierra más de 200 corsarios armados de arcabuces, pistolas y terribles alfanges de asalto, apoyados del devastador fuego de los cañones disparados desde los navíos, la batalla se dio sin tregua ni cuartel, la carnicería, según los cronistas, fue espantosa, pero los franceses fueron rechazados sufriendo muchas y muy importantes bajas, al contrario de los defensores que solo contaron con una sola pérdida debida al desobedecimiento de las órdenes dadas con antelación por el extremeño.

Pocos meses después, se supo en Margarita, que la fortaleza de Cumaná, a cargo de seis soldados, situada en la tierra firme venezolana, estaba sitiada por tierra y por mar, por el océano por una gran cantidad de piraguas tripuladas por muchísimos indios caribes, por tierra por una nube de feroces indios, situación que motiva al Cabildo de la isla a organizar una expedición de socorro al mando del Capitán Zafra, el cual sale en horas de la noche y sigilosamente logra pasar por entre la maraña de embarcaciones y entrar con su tropa al fortín sitiado y aprestarse para la defensa cuando fuese atacado, lo que sucede a la noche siguiente, siendo rechazados y vencidos los indígenas quienes se retiraron con muchas pérdidas.

De Venezuela pasa en 1555 a la Gobernación de Popayán, cuando el Capitán Gómez Hernández , vecino de Anserma y compañero de Belalcázar, es nombrado por la Real Audiencia para reconstruir la ciudad de Antioquía y sojuzgar al Cacique Toné y a los indios catíos que la habían quemado y tenían amenazadas a las villas de Caramanta y Santa Fé de Antioquia, en esta expedición se alista Don Fernando de Zafra, en ella, se guerrea por casi un año con distintas suertes, en esta campaña, posiblemente al paso por la villa de Santa Fé de Antioquia, conoce Don Fernando a Juana Taborda, una moza de 21 años, hija de su compañero de expedición Juan Taborda, la que llegará a ser su esposa.

En 1557 vemos a Don Fernando en Bogotá, de donde sale por mandato de la Real Audiencia en compañía de Asencio de Salinas y Francisco de Ospina a la fundación, pacificación y conquista de la ciudades de Victoria y Remedios y sus provincias, distinguiose allí el Capitán Zafra por sus hazañas guerreras, durante cuatro años se combatió cruelmente, con los feroces y caníbales pantágoras, al término de los cuales y aquietadas las belicosas tribus le fue dada una encomienda de pocos indios de la que hace dejación pocos meses después a causa del poco provecho que le reportaban.

En 1561 pasa de Victoria a Cali donde estaba de Gobernador su amigo Luis de Guzmán, quien lo nombra Sargento Mayor de las tropas que se organizaban para salir en contra del sublevado Lope de Aguirre, expedición que no se dio por la muerte del tirano en Barquisimeto, Venezuela, poco después el Gobernador Luis de Guzmán es trasladado con el mismo cargo a Panamá y es reemplazado por Don Pedro de Agreda, quien se desempeñó muy mal en su cargo por lo que la Real Audiencia le abrió un Juicio de Residencia, el que se desarrolló de 1564 a 1565 con demasiadas acciones jurídicas de las que resultó condenado el Gobernador Agreda a pagar una caución de $ 28.000.00, de lo que apeló ante el Real Consejo de Indias, por lo que se le ordenó presentarse ante este tribunal en España, debiendo constituir fianza por la enorme suma, la que depositaron el 16 de Mayo de 1565 de sus propios medios el Capitán Fernando de Zafra, quien por esos días ya se hallaba avecindado desde 1562 en Santa Fé de Antioquia y el Capitán Pedro Muñoz, Melchor Gómez, Miguel Sánchez Salmerón, Pedro de Castro, Andrés Gallo, todos vecinos de Cartago y el Capitán Pedro Fernández vecino de Caramanta, amigos que se obligaron en $ 4.000.00 cada uno, cuotas que se les cobró posteriormente a todos y cada uno pues Don Pedro de Agreda murió antes de presentarse en España ante el Real Consejo.

Como vimos anteriormente, desde principios de 1562 había llegado Don Fernando de Zafra a la villa de Santa Fé de Antioquia como Teniente de Gobernador, reencontrándose con Doña Juana Taborda, ya viuda de Don Francisco Moreno de León y convertida en  una de las mujeres más ricas de toda la jurisdicción, rápidamente se enamoran, quizá,  aprovechándose de la amistad que desde años atrás Don Fernando cultivaba con Don Juan el padre de Doña Juana, por lo que en Abril de 1563 contraen matrimonio.

Don Fernando, “no era fruta que come mono”, al casarse, ya era padre de su hijo natural Francisco de Zafra y de Doña Ana, habida en una india de su servicio, habilidosamente y con refinada astucia logra ascender en el poderoso clan Taborda, pues debe saberse que en 1569 don Juan Taborda era Teniente de Gobernador en la villa de Santa Fé de Antioquia, su yerno Fernando de Zafra  uno de los dos Alcaldes Ordinarios, el otro lo era Bartolomé Sánchez Torreblanca, su otro yerno, Juanes de Zabala uno de los cuatro Regidores, en compañía de Gaspar de Rodas, Francisco de Guzmán y Juan de Aldana.

En el lapso corrido entre 1569 y 1571, las intrigas y las luchas intestinas entre el Gobernador de Popayán, Alvaro de Mendoza Carvajal y todos los integrantes del gobierno de la villa de Santa Fé de Antioquia, respecto a la jurisdicción,  inundaron de acusaciones, demandas y contrademandas a la Real Audiencia, la que enviaba investigadores y jueces a una y otra sede con el fin de abrir procesos y oír descargos, es increíble la cantidad de tinta y papel que se gastó atendiendo los interminables y bizantinos alegatos presentados por las partes, sumándose a este caos institucional la intempestiva aparición de Don Andrés de Valdivia trayendo los títulos de su recién creada Gobernación, esta maratón jurídica, dará en su momento abundante tema para otro trabajo.

Como resultas de los diferentes juicios que se le siguen por la Real Audiencia, decide Don Fernando presentarse en Bogotá ante el alto tribunal y aprovechar para presentar su Probanza de Servicios que con antelación (6 de Marzo de 1571) la misma Audiencia había ordenado, por lo que acuerda con su esposa trasladar sus negocios y residencia a Tunja para estar más cerca y atender más prontamente los varios casos que por la lejanía transcurren lentamente y de los que se auguran muy sombríos resultados si no se apersona de ellos en la capital virreinal.

Puso, pues, en venta todas sus pertenencias, encontrando en el Capitán Gabriel de Prado Pimentel un comprador dispuesto a pagar los $17.930.00 en que se valoraron las casas de habitación ubicadas en la plaza de Santa Fé de Antioquia, las fincas junto al río Tonusco y las minas del cerro de Buriticá, al parecer, también se incluyó la encomienda de los indios titiribíes estimada en un valor de $ 5.000.00. Esta negociación, cualquiera que hubiere sido, produjo innumerables pleitos que llegaron hasta el Real Consejo de Indias en Madrid, causando, además, la desavenencia y enemistad a muerte entre Gaspar de Rodas y su hijo Alonso Rodas Carvajal con Damián de Silva, el tercer marido de Doña Juana Taborda y que habría de dividir profundamente la población de Santa Fé de Antioquia en dos bandos por muchísimos años.

Parte hacia Bogotá el 16 de Julio de 1571 acompañado de su mujer Doña Juana y de sus hijos Fernando, María y Catalina Centeno, deteniéndose en Mariquita, donde llega el 10 de Septiembre, unos pocos días para hacer comparecer unos testigos que depondrán sus declaraciones sobre hechos concernientes a su Probanza de Servicios iniciada en la Villa de Santa Fé de Antioquia, desde el 2 de Junio de 1571, interrogatorio más o menos igual en la villa, Mariquita y Bogotá contenido en 15 preguntas que abarcaban toda la vida de Don Fernando.

El 27 de Octubre acompañado de su apoderado Alonso del Valle se presenta ante la Real Audiencia llevando un petitorio sustentado con las declaraciones recogidas durante la Probanza y solicita que “la Real Audiencia le haga merced de la vara de Alguacil Mayor de Tunja, con voto de Regidor y que mientras esto se produce se le de una Encomienda de indios en la ciudad de Tunja o en Santa Fé de Bogotá de $ 2.000.00 de oro de renta anual”.

Petición reforzada con nuevas declaraciones de más testigos residentes en la capital virreinal, donde todos son acordes en manifestar que el Capitán Fernando de Zafra “conforme a la calidad de su persona, de hombre muy principal, caballero e hijodalgo notorio, que por tal ha sido habido y tenido en este Reino y fuera de el, y por los muchos y leales servicios que a su Majestad a hecho así en Italia, Alemania y Hungría, como en estas partes de Indias, y por ser casado y tener mujer e hijos que sustentar, es digno de que su Majestad se lo gratifique con mercedes para que se pueda sustentar honrosamente como benemérito de ella”, simultáneamente con la tramitación de la Probanza  es sobreseído de los otros pleitos y acusaciones que contra el se adelantaban en el alto tribunal, pudiendo proseguir su viaje a Tunja con su familia, sus seis esclavos y seis indios de ambos sexos que le sirven y se instala en la casa del Regidor Don Diego Montañez, no alcanzaría Don Fernando a vivir por mucho tiempo, ni tampoco a ver premiados sus servicios, puesto que a mediados del mes de Abril de 1572 muere en la ciudad de Tunja, después de haber otorgado su testamento el día 12 del mes señalado y un codicilo reformatorio al día siguiente.

No nos dicen los cronista de la época que tipo de enfermedad llevó a la tumba tan rápidamente a Don Fernando, suponen algunos historiadores que bien pudo ser una neumonía provocada por el frío clima de Tunja pues debe recordarse que Don Fernando siempre vivió en ciudades de clima muy caliente.

En los diez años de matrimonio de Don Fernando de Zafra con Doña Juan Taborda se procrearon los siguientes hijos:

1º    Don Hernando de Zafra y Taborda, quien murió joven, posiblemente en 1582, sin dejar descendencia.

2ª  Catalina Centeno Taborda, nacida posiblemente en 1567, esposa del Alguacil Mayor Don Andrés de Parías.

3ª  María Centeno Taborda, nacida entre 1570 y 1571 casada en cuatro oportunidades, veamos:

a)      El primero, a los 24 años de edad, en 1594 se casa con el ya viudo García Jaramillo de Andrade, quien murió en 1608 sin dejar descendencia.

b)      El segundo, con el Capitán Alonso de Rodas, a principios de 1609 y del que al parecer tuvo un hijo llamado Juan bautizado en la iglesia parroquial de Santa Fé de Antioquia el 21 de Enero de 1610, muerto de pocos años, este matrimonio se separó provocando numerosos pleitos.

c)      El tercero, con Antonio Machado Vargas “El Mozo”, hijo del Capitán Antonio Machado e Isabel de Vargas, matrimonio que duró muy poco debido a las acusaciones de adulterio y otros delitos con que Alonso de Rodas adelantó causas en los tribunales en contra de Don Antonio por lo que fue mandado preso a Bogotá.

d)     El cuarto, ya vieja, contrajo nuevo matrimonio con el viejo y viudo Capitán Fernando de Ossio Salazar, con quien ya no pudo procrear hijos.

4ª  Juana Centeno Taborda, hija póstuma, nacida en el segundo semestre de 1592, casada en Santa Fé de Antioquia a la edad de 28 años, en Septiembre de 1600, con Don Juan Jaramillo de Andrade y Salcedo, quien contaba con 22 años de edad.

Doña Juana Taborda viuda a los 38 años y con cuatro hijos vuelve a casarse con el noble portugués Damián de Silva, matrimonio que continúa la cadena de pleitos y juicios de toda índole que al parecer gustó tanto a los Zafra y los Taborda, de este enlace nacieron Don Pedro de Silva y posteriormente Diego de Silva.

Para terminar, es conveniente resaltar la sorprendente movilidad con que algunos personajes de la conquista de Indias se nos presentan, viajaron del Viejo al Nuevo  Mundo, en frágiles embarcaciones, pero con despreocupada tranquilidad; uno de ellos, Bartolomé Carreño, dueño de flota, y quien por otra parte figuró entre los descubridores de las Bermudas, viajó varias veces bajo el mando de Juan Bermúdez, realizó 33 expediciones a la América.

Gonzalo Fernández de Oviedo viajó doce veces a este lado del Atlántico,  Juan de la Cosa, estuvo preso en Portugal durante gran lapso de tiempo cuando cumplía una especie de misión diplomática allí, pero le alcanzó su corta vida para venir 7 veces en viajes exploratorios a estas Indias y le alcanzó el tiempo para conseguir en ellas gran fortuna. Muchos exploradores retornaron a la Península en dos o tres ocasiones, volviendo al Nuevo Mundo a establecer su definitivo hogar.

Otro aspecto importante con respecto a la movilidad de los conquistadores, consiste en recordar que América sirvió de base, para que desde aquí, se efectuara el despegue para el descubrimiento por parte de España, de Nueva Guinea, mediante Iñigo de Retes; de Australia y Tahití, por Pedro Fernández de Quiróz, de las Islas Salomón por Pedro Sarmiento; pero particularmente de Filipinas, con exploración y conquista de las mismas, por Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta, sin que parezca justo olvidar tampoco a Gómez Pérez, gran impulsor de la navegación hacia América y expedicionario luego a las Molucas y China; ni Luis Vaeez (Báez) de Torres, que en 1606 también llegó a Australia.

Porque los españoles eran incansables en su afán de explorar, y habiéndose descubierto la Isla de Gorgona por Pizarro, las Galápagos por Fray Tomás Berlanga; la isla que lleva su nombre por Juan Fernández; el archipiélago de Chiloé por el mismo Fernández y la isla de la Campana por Sarmiento, fue avanzándose por el Pacífico hasta hacer los descubrimientos de que hablábamos anteriormente.

Magallanes, como bien es sabido, nació en Portugal, pero se naturalizó en España, y su expedición al igual que las de Colón, las patrocinó la Corona española; sin embargo, Portugal y otros países pretendían beneficiarse, con exclusión de España, de los territorios descubiertos; por ello, mediante una carta-orden del Monarca, se encomendó al padre Andrés de Urdaneta, residente en el convento agustino de la capital azteca, por ser considerado el más hábil y experto navegante, a formar una expedición en compañía del  conquistador Miguel López de Legazpi, quien en 1563, se encontraba en México, que viajara a tomar posesión de algunos, al menos, de los territorios hallados con apoyo español, en la lejanísima Asia, por ello la mayor parte de los países reconoció a Filipinas como posesión española.


Al conocer estos apuntes podemos concluir fácilmente, que el mundo, inciado el siglo XVI, era quizá más pequeño que hoy, el hombre español y en segunda medida el portugués, se derramó por el globo para demostrar la incuestionable verdad de la redondez terráquea, se halló al hombre hispano en todos los puntos de la Rosa Náutica, su trasegar, consciente e inconscientemente se hizo para demostrar la exactitud de la máxima matemática de que la esfera no tiene fronteras.    

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